

La desinformación nos ha acompañado desde siempre…
Lo que antes era un rumor de pasillo, - ese “me contaron que…”- que se regaba por ahí, hoy se viraliza en segundos por WhatsApp o las redes sociales. Internet y las plataformas digitales convirtieron ese viejo rumor en una epidemia: ahora se mueve más rápido, llega más lejos y tiene más impacto.


❝La desinformación no es un fenómeno nuevo.
Las noticias falsas han circulado desde hace siglos,
pero su velocidad, alcance y poder de influencia
se han multiplicado en la era digital.❞
— Claire Wardle & Hossein Derakhshan, 2017

No todas vienen de un troll con wifi y mala intención. A veces vienen de una tía con buenas intenciones, o de una emoción que te hizo dar “compartir” sin pensar.
Las noticias falsas se cuelan porque:
-
Apelan a lo que ya creemos
-
Se sienten urgentes
-
Son más llamativas que la verdad
-
Nos hacen sentir parte de algo

¿Y por qué las creemos o compartimos?
No solo compartimos porque algo es cierto.
-
Compartimos por lo que sentimos.
-
Por lo que otros hacen.
-
Por lo que creemos que deberíamos hacer.
-
Por sesgos que ni sabíamos que teníamos.
Aquí entran las ciencias del comportamiento
Estas ciencias estudian cómo pensamos, decidimos y actuamos.
Nos ayudan a entender:
Qué nos motiva
Qué nos frena
Qué factores influyen cuando compartimos
(o no) información